Nuestra Misión
Bienvenido a el Sol de mi Divina Voluntad
Aquí encontrará las enseñanzas presentadas sobre la escritura de Luisa Piccarreta en su diario El Libro del Cielo. Estas series están siendo presentadas por el Padre. Gabriel Barrera. Después de la muerte del p. Robert Young O.F.M., Fr. Barrera, quien fue instruido a través del seminario y su sacerdocio por el Padre. Young, gentilmente dio un paso adelante para proporcionar una enseñanza continua sobre los escritos de Luisa Piccarreta. Oramos para que, a través de estos programas y las escrituras de Luisa, crezcas cada vez más profundamente en la Voluntad de Dios.
Puede encontrar colecciones de los programas en los botones a continuación o en el menú en la parte superior de la página.
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Introducion a la Divina Voluntad
Una breve enseñanza sobre la Divina Voluntad como está escrito en el Libro del Cielo por la Sierva de Dios Luisa Piccarreta
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Volumen 15 – Mayo 5, 1923 https://www.elsoldemidivinavoluntad.com/audio/Adan/Adan3audio1621177582.mp3Podcast: Play in new window | Download
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“… Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, ¡quién fue, es y ha de venir!”
Juan 14:27
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Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo “.
Juan 16:33
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“En ese día sabrás que estoy en mi Padre, y tú en Mí, y yo en ti”. “Pero el Consejero, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él te enseñará todas las cosas … “
Isaías 41:10
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“La Llamada de Dios a la creatura para que regrese al orden, a su puesto y a la finalidad para la cual fue creada.”
El Llamado del Rey Divino al Reino de su Voluntad
Amados hijos míos, vengo entre vosotros con el Corazón abrasado en las llamas de mi Amor. Vengo como PADRE, en medio de mis hijos, que tanto amo. Tan grande es mi Amor, que vengo para quedarme con vosotros, para vivir juntos, con una sola Voluntad, con un mismo Amor… Vengo con el cortejo de mis obras, de mis penas, de mi Sangre y de mi misma Muerte.
Miradme: cada gota de mi Sangre, cada pena, cada una de mis obras y de mis pasos quieren daros a cual más mi Divina Voluntad. Incluso mi Muerte quiere daros la Resurrección de mi Vida en mi Voluntad. En Ella os he preparado todo y os he obtenido gracias, ayudas, luz y fuerza, para recibirla como el Don más grande. Por mi parte, ya he hecho todo; ahora espero que hagais lo que depende de vosotros.
¿Quién será tan ingrato que no quiera recibirme, con el Regalo que le traigo? Sabed que mi Amor es tan grande, que no tendré en cuenta vuestra vida pasada, vuestras mismas culpas y todos vuestros males, sino que los sepultaré en el mar de mi Amor, para quemarlo todo; y empezaremos juntos una nueva vida, toda de Voluntad mía. ¿Qué corazón será tan duro que quiera rechazarme o expulsarme, sin aceptar mi visita, llena de Amor Paterno? Si Me aceptais, Me quedaré con vosotros, como Padre entre mis hijos. Pero hemos de estar de acuerdo en todo y vivir con una sola Voluntad.
¡Oh, cómo suspiro que mis hijos queridos vuelvan a estar conmigo y vivan de mi misma Voluntad! Son ya casi seis mil años de profundos suspiros y de lágrimas amargas de mi Santa Humanidad, porque pretendo y quiero tener a mis hijos en torno a Mí, para hacerlos felízs y santos, y sollozando repito: Hijos míos, hijos míos, ¿dónde estais? ¿Por qué no regresais a vuestro Padre? ¿Por qué estais lejos de Mí, vagando perdidos, pobres, en toda clase de miserias? Vuestros males son heridas para mi Corazón. Ya estoy cansado de esperaros, y viendo que no volveis, no pudiendo resistir el Amor que Me consume, Yo mismo vengo a buscaros y os traigo el regalo más grande: ¡mi Voluntad!
Pero no sólo vengo como Padre, sino como MAESTRO, en medio de mis discípulos. Pero quiero ser escuchado. Os enseñaré cosas sorprendentes, lecciones de Cielo, que os darán una Luz inextinguible, un Amor que siempre arde… Mis enseñanzas os darán una fuerza divina, un valor intrépido, una santidad que continuamente crece; os facilitarán a cada paso el camino y os conducirán a la Patria Celestial.
Vengo como REY, en medio de todos los pueblos, pero no para exigir impuestos y tributos, no. Vengo porque quiero vuestra voluntad, vuestras miserias, vuestras debili-dades, todos vuestros males. Mi Soberanía consiste en ésto. Quiero todo lo que os hace ser infelízs, angustiados, atormentados, para esconder y quemar todo en mi Amor. Y como Rey benéfico, pacífico, magnánimo, que soy, quiero daros en cambio mi Volun-tad, mi Amor más tierno, mis riquezas y felicesdad, mi paz y mi alegría más pura.
Si Me dais vuestra voluntad, ya está hecho todo; Me haréis felíz y seréis felices. No deseo sino que mi Voluntad reine en medio de vosotros. El Cielo y la tierra os sonreirán.
Mi Madre Celestial os será Madre y Reina. Ya Ella –conociendo el bien inmenso que os restituirá el Reino de mi Querer, para satisfacer mis deseos ardientes y poner fin a mis lágrimas, y amandoos como verdaderos hijos suyos– va visitando a todos los pue-blos y naciones, para prepararlos a recibir el Reino de mi Voluntad. Ella fue la que Me preparó los pueblos, para hacerme bajar del Cielo a la tierra; y a Ella, a su Amor ma-terno encargo que Me prepare las almas y los pueblos, para recibir un Don tan grande.
Por tanto, escuchadme, hijos míos: os ruego que leais con atención estas palabras que os digo y sentiréis la necesidad de vivir en mi Voluntad. Yo estaré a vuestro lado y tocaré vuestra mente y vuestro corazón, para que comprendais lo que os ofrezco y querais el Don de mi Querer Divino”.
El Llamado matero de la Reina del Cielo
Hija queridísima, siento la irresistible necesidad de bajar del Cielo para hacerte mis visitas maternas. Si tú me aseguras tu amor filial, tu fidelidad, Yo estaré siempre contigo en tu alma, para hacerte de maestra, modelo, ejemplo y Madre tiernísima.
Vengo a invitarte a que entres en el Reino de tu Mamá, es decir, en el Reino de la Divina Voluntad, y llamo a la puerta de tu corazón para que me abras… ¿Sabes? Con mis propias manos te traigo el regalo de este libro 1; te lo ofrezco con cariño materno, para que tú, a tu vez, leyendolo, aprendas a vivir de Cielo y no más de tierra.
Este libro es de oro, hija mía; este libro formará tu fortuna espiritual, tu felicidad también terrena. En él hallarás la fuente de todos los bienes: si eres débil recibirás la fuerza; si eres tentada alcanzarás la victoria; si has caído en la culpa encontrarás la mano piadosa y potente que te levantará; si te sientes afligida hallarás el consuelo; si te sientes fría tendrás el medio seguro para calentarte; si tienes hambre, gustarás el alimento exquisito de la Divina Voluntad. Con él no te faltará nada, ya no estarás sola, porque tu Mamá te tendrá dulce compañía y con todos sus cuidados maternos se encargará de hacerte felíz. Yo, la Emperadora Celestial, me ocuparé de todas tus necesidades, con tal de que tú consientas vivir unida a mí.
¡Si tú supieras mis ansias, mis suspiros ardientes y también las lágrimas que derramo por mis hijos! ¡Si tú supieras cómo ardo de deseo de que tú escuches mis lecciones, todas de Cielo, y aprendas a vivir de Voluntad Divina!
En este libro tú verás maravillas: encontrarás una Madre que te ama tanto, que ha sacrificado a su amado Hijo por tí, para poder hacerte que vivas de esa misma vida de la que ella misma vivió estando en la tierra.
¡Ah, no me des ese dolor, no me rechaces; acepta este regalo del Cielo que te traigo; acoge mi visita, mis lecciones…!
Has de saber que Yo recorreré todo el mundo, iré a cada individuo, a todas las familias, a las comunidades religiosas, a cada nación, en todos los pueblos, y si hace falta seguiré yendo siglos enteros, hasta que no haya formado como Reina a mi pueblo y como Madre a mis hijos, para que conozcan y hagan reinar por todas partes la Divina Voluntad.
Aquí tienes explicada la finalidad de este libro. Aquellos que lo acogerán con amor serán los primeros afortunados hijos que pertenecerán al Reino del Fiat Divino, y Yo con letras de oro escribiré sus nombres en mi materno corazón.
¿Ves, hija mía? Ese mismo amor infinito de Dios que en la Redención se quiso servir de Mí para hacer bajar el Verbo Eterno a la tierra, me llama otra vez a que actúe y me encomienda la fatigosa tarea, el sublime mandato, de formar en la tierra los hijos del Reino de su Divina Voluntad. Maternamente presurosa me pongo por tanto a la obra y te preparo el camino que te deberá conducir a este Reino felíz.
Con este fin te daré sublimes lecciones de Cielo y después te enseñaré especiales y nuevas oraciones, mediante las cuales comprometerás el cielo, el sol, la creación, mi misma vida y la vida de mi Hijo, todos los actos de los santos, para que en nombre tuyo pidan el Reino adorable del Querer Divino. Esas oraciones son las más potentes, porque comprometen el mismo acto divino. Por medio de ellas Dios se sentirá desarmado y vencido por la criatura. Con la fuerza de este medio tú apresurarás la venida de su Reino felicísimo y conmigo obtendrás que la Divina Voluntad se haga así en la tierra como en el Cielo, conforme al deseo del Maestro Divino.
Animo, hija mía; hazme contenta y Yo te bendeciré.
El Llamado de Luisa, escrito como prefacio a sus escritos
Mi dulce Jesús, aquí estoy, en tus brazos, para pedirte ayuda. ¡Ah, Tú conoces la amargura de mi alma, cómo me sangra el corazón, mi grande repugnancia de dejar que se haga público lo que Tú me has dicho sobre tu Santísimo Querer! ¡La obediencia se impone! Tú lo quieres, y yo, aunque quedara triturada, me siento obligada por una fuerza suprema a hacer este sacrificio. Pero acuérdate, oh Jesús mío, que Tú mismo me has llamado la pequeña recién nacida de tu Santísima Voluntad. La recién nacida apenas sabe balbucir, así que ¿qué haré? Balbuciré apenas tu Querer; Tú harás todo lo demás, ¿no es cierto, Jesús mío?
Más aún, haz que yo desaparezca del todo y tu Querer sea el que con trazos divinos e imborrables moje la pluma en ese Sol eterno y con letras de oro escriba los conceptos, los efectos, el valor, la potencia de la Voluntad Suprema, y cómo el alma que vive en Ella, viviendo como en su centro, se ennoblece, se diviniza, abandona sus despojos naturales, regresa a su principio y, triunfando sobre todas sus miserias, reconquista su estado original, bella, pura, toda ella ordenada a su Creador, como salió de sus manos creadoras.
Escribe Tú en estas páginas la larga historia de tu Voluntad, tu dolor al verte rele-gado por las criaturas a las regiones del Cielo. Tú, estando en lo alto como el sol, aun-que seas rechazado, derramas tus rayos sobre todas las generaciones humanas, quieres bajar para venir a reinar en medio de ellas, y por eso envías los rayos de tus suspiros, de tus gemidos, de tus lágrimas, de tu intenso y eterno dolor al verte desterrado y como dividida tu Voluntad de la voluntad de las criaturas humanas. Por eso Tú esperas a que te llamen en medio de ellas, que te reciban como Rey triunfante y te hagan reinar así en la tierra como en el Cielo.
¡Desciende, oh Querer Supremo! Soy yo la primera que te llama; ¡ven a reinar en la tierra! Tú que creaste al hombre sólo para que hiciera tu Querer, que él, como un ingrato, despreció rebelándose a Tí, ¡ven a unir de nuevo esta voluntad humana a Tí, para que Cielo y tierra y todo quede reordenado en Tí! ¡Oh, cómo quisiera ofrecer mi vida, para que tu Querer sea conocido! Quisiera emprender el vuelo en sus intermi-nables confines, para llevar a cada criatura su beso eterno, su conocimiento, sus bienes, su valor, tus gemidos inenarrables porque quieres venir a reinar en la tierra, para que, conociéndote, te reciban con amor y haciéndote fiesta te hagan reinar.
Oh Querer Santo, con tus rayos luminosos lanza las flechas de tu conocimiento; haz saber a todos que Tú vienes a nosotros para hacernos felices, mas no con una felicidad humana, sino divina, para darnos el dominio que perdimos de nosotros mismos, y esa luz que hace conocer el verdadero bien para poseerlo y el verdadero mal para huir de él, que nos da seguridad y fuerza, pero una fuerza y una estabilidad divina.
Abre la corriente entre la Voluntad Divina y la humana y pinta en nuestras almas, con el pincel de tu mano creadora, todos los rasgos divinos que perdimos al separarnos de Ella. Tu Querer nos pintará con ese frescor que nunca envejece, con esa belleza que nunca se descolora, con esa luz que nunca se opaca, con esa gracia que siempre crece, con ese amor que siempre arde y nunca se apaga.
¡Oh Querer Santo, ábrete paso, forma Tú la vía para hacer que se te conozca! Manifiesta a todos Quién eres Tú y el gran bien que les quieres hacer a todos, para que atraídos, encantados por un bien tan grande, puedan dejarse conquistar todos por tu Voluntad y así libremente puedas reinar, así en la tierra como en el Cielo. Por eso te ruego que escribas Tú mismo todos los conocimientos que me has manifestado sobre Ella; y que cada palabra, cada concepto, cada efecto y conocimiento de Ella sean, para quienes lean, dardos, flechas, saetas, que hiriéndoles les hagan caer a tus pies para recibirte con los brazos abiertos y te hagan reinar en sus corazones.
A tantos prodigios de tu Querer, añade también éste: que cuando te conozcan no te dejen pasar de largo, no, sino que te abran las puertas para recibirte y hacerte reinar. Esto es lo que te pide la pequeña recién nacida de tu Voluntad. Si de mí has querido el sacrificio, y con tanta insistencia, de manifestar los secretos que me has comunicado sobre tu Querer, yo quiero de Tí que al conocerse haga este prodigio, que tome su puesto de triunfo y reine en los corazones que lo conozcan. Sólo ésto te pido, oh Jesús mío, no te pido nada más; sólo quiero el fruto de mi sacrificio, que tu Querer sea conocido y reine con su pleno dominio.
Tú sabes, Amor mío, cuán grande ha sido mi sacrificio, mis luchas interiores, hasta sentirme morir; pero por amor tuyo y para obedecer a tu representante en la tierra, a todo me he sometido. Por tanto, grande quiero que sea el prodigio: que al conocer lo que Tú has dicho sobre tu Querer, las almas queden encantadas, encadenadas, atraídas más que por un potente imán, y hagan reinar ese Fiat Divino que Tú con tanto amor quieres que reine en la tierra.
Oh Querer Santo, con tus rayos luminosos lanza las flechas de tu conocimiento; haz saber a todos que Tú vienes a nosotros para hacernos felices, mas no con una felicidad humana, sino divina, para darnos el dominio que perdimos de nosotros mismos, y esa luz que hace conocer el verdadero bien para poseerlo y el verdadero mal para huir de él, que nos da seguridad y fuerza, pero una fuerza y una estabilidad divina.
Abre la corriente entre la Voluntad Divina y la humana y pinta en nuestras almas, con el pincel de tu mano creadora, todos los rasgos divinos que perdimos al separarnos de Ella. Tu Querer nos pintará con ese frescor que nunca envejece, con esa belleza que nunca se descolora, con esa luz que nunca se opaca, con esa gracia que siempre crece, con ese amor que siempre arde y nunca se apaga.
¡Oh Querer Santo, ábrete paso, forma Tú la vía para hacer que se te conozca! Manifiesta a todos Quién eres Tú y el gran bien que les quieres hacer a todos, para que atraídos, encantados por un bien tan grande, puedan dejarse conquistar todos por tu Voluntad y así libremente puedas reinar, así en la tierra como en el Cielo. Por eso te ruego que escribas Tú mismo todos los conocimientos que me has manifestado sobre Ella; y que cada palabra, cada concepto, cada efecto y conocimiento de Ella sean, para quienes lean, dardos, flechas, saetas, que hiriéndoles les hagan caer a tus pies para recibirte con los brazos abiertos y te hagan reinar en sus corazones.
A tantos prodigios de tu Querer, añade también éste: que cuando te conozcan no te dejen pasar de largo, no, sino que te abran las puertas para recibirte y hacerte reinar. Esto es lo que te pide la pequeña recién nacida de tu Voluntad. Si de mí has querido el sacrificio, y con tanta insistencia, de manifestar los secretos que me has comunicado sobre tu Querer, yo quiero de Tí que al conocerse haga este prodigio, que tome su puesto de triunfo y reine en los corazones que lo conozcan. Sólo ésto te pido, oh Jesús mío, no te pido nada más; sólo quiero el fruto de mi sacrificio, que tu Querer sea conocido y reine con su pleno dominio.
Tú sabes, Amor mío, cuán grande ha sido mi sacrificio, mis luchas interiores, hasta sentirme morir; pero por amor tuyo y para obedecer a tu representante en la tierra, a todo me he sometido. Por tanto, grande quiero que sea el prodigio: que al conocer lo que Tú has dicho sobre tu Querer, las almas queden encantadas, encadenadas, atraídas más que por un potente imán, y hagan reinar ese Fiat Divino que Tú con tanto amor quieres que reine en la tierra.
Y si te parece bien, Vida mía, antes de que estos escritos salgan a la luz del día y vayan a manos de nuestros hermanos y hermanas, ¡ah, llévate a la pequeña recién nacida de tu Voluntad a la Patria celestial! ¡Ah, no me des ese dolor, que tenga yo que ver que nuestros secretos sean conocidos por las otras criaturas! Si me has dado el primero, evítame el segundo, pero siempre non mea voluntas sed tua fiat (no se haga mi voluntad, sino la Tuya).
Y ahora una palabra a todos los que leais estos escritos: os ruego, os suplico que acepteis con amor lo que Jesús quiere daros, o sea, su Voluntad. Pero para daros la suya, quiere la vuestra, si no, no podrá reinar. ¡Si supiérais con cuánto amor mi Jesús quiere daros el don más grande que existe en el Cielo y en la tierra, que es su Voluntad!
Oh, cuántas lágrimas amargas derrama, porque os ve que, viviendo con vuestro querer os arrastrais por el suelo, enfermizos, miserables. No sois siquiera capaces de mantener un buen propósito, ¿y sabeis por qué? Porque su Querer no reina en vosotros.
¡Oh, cómo llora y suspira Jesús por vuestra situación, y con sollozos os ruega que hagais que reine su Querer en vosotros! Quiere cambiar vuestra suerte: que de enfermos seais sanos, de pobres ricos, de débiles fuertes, de volubles inmutables, de esclavos reyes. No son grandes penitencias lo que quiere, ni largas oraciones u otras cosas, sino que su Querer reine y que vuestra voluntad no vuelva a tener vida. ¡Ah, sí, hacedle caso! Yo estoy dispuesta a dar la vida por cada uno de vosotros, a sufrir cualquier pena, con tal de que abrais las puertas de vuestra alma para hacer que el Querer de mi Jesús reine y triunfe en las generaciones humanas.
Y ahora os invito a todos: venid conmigo al Eden, donde tuvo principio nuestra existencia, donde el Ser Supremo creó al hombre y, haciéndolo rey, le dió un reino en que reinar. Ese reino era todo el universo, pero su cetro, su corona, su autoridad salían del fondo de su alma, en que residía el Fiat Divino como Rey dominante, el cual formaba la verdadera realeza del hombre. Sus vestiduras eran regias, más refulgentes que el sol; sus actos eran nobles, su belleza era arrebatadora. Dios lo amaba tanto, se entretenía con él, lo llamaba “mi pequeño rey e hijo”. Todo era felicidad, orden y armonía. Ese hombre, nuestro primer padre, se traicionó a sí mismo, traicionó su reino y, haciendo su propia voluntad, amargó a su Creador, que tanto lo había exaltado y amado, y perdió su reino, el reino de la Divina Voluntad, en la cual todo le había sido dado. Las puertas del reino se le cerraron y Dios retiró para Sí el reino que le había dado al hombre.
Ahora he de deciros un secreto: Dios, al retirar para Sí el reino de la Divina Voluntad, no dijo: “No se lo volveré a dar al hombre”, sino que lo reservó esperando a las futuras generaciones para asaltarlas con gracias sorprendentes, con luz deslumbradora, para eclipsar al humano querer que nos hizo perder un reino tan santo, y con tal atractivo de asombrosos y prodigiosos conocimientos de la Divina Voluntad, que nos hiciera sentir la necesidad y el deseo de dejar a un lado nuestro querer que nos hace infelices y lanzarnos a la Divina Voluntad como nuestro reino permanente.
Así que el Reino es nuestro, ¡ánimo! El Fiat Supremo nos espera, nos llama, nos insiste a que tomemos posesión de él. ¿Quién será tan pérfido, quién tendrá el valor de no hacer caso de su llamada y no aceptar tanta felicidad? Sólamente tenemos que dejar los miserables harapos de nuestra voluntad, el vestido de luto de nuestra esclavitud, a la que nos ha reducido, para vestirnos como reinas y adornarnos con ornamentos divinos.
Por eso hago un llamamiento a todos; no creo que no querais escucharme. ¿Sabeis? Soy una pobre pequeñita, la más pequeña de todas las criaturas; pero yo, bilocándome en el Divino Querer junto con Jesús, vendré como pequeña que soy a vuestro regazo y con gemidos y lágrimas llamaré a la puesta de vuestros corazones para pediros, come pequeña mendiga, vuestros harapos, el vestido de luto, vuestro querer infelíz, para dárselo a Jesús, para que El lo queme todo, os dé otra vez su Querer y os devuelva su reino, su felicesdad, el candor de sus vestiduras regias.
¡Si supiérais lo que significa Voluntad de Dios! Ella contiene Cielo y terra. Si estamos con Ella todo es nuestro, todas las cosas dependen de nosotros; pero si no estamos con Ella todo está contra nosotros, y si algo tenemos somos los verdaderos ladrones de nuestro Creador y vivimos de fraudes y de robos.
Por eso, si quereis conocerla, leed estas páginas: en ellas hallareis el bálsamo para las heridas que cruelmente nos ha hecho nuestro querer humano, el nuevo aire todo divino, la nueva vida toda celestial; sentiréis el Cielo en vuestra alma, veréis nuevos horizontes, nuevos soles, y a menudo encontraréis a Jesús con la cara mojada por sus lágrimas, porque quiere daros su Querer. Llora porque quiere veros felices, pero al veros infelices solloza, suspira, ruega por la felicidad de sus hijos, y mientras os pide vuestro querer para quitaros la infelicidad, os ofrece el Suyo como confirmación del don de su Reino.
Por eso me dirijo a todos, y hago este llamamiento junto con Jesús, con sus mísmas lágrimas, con sus suspiros ardientes, con su Corazón que arde porque quiere dar su Fiat. Del Fiat hemos salido, él nos ha dado la vida; es justo, es nuestra obligación y deber que volvamos a él, a nuestra querida e interminable heredad.
Y en primer lugar, mi llamamiento es al Sumo Jerarca, al Romano Pontífice, a Su Santidad, al representante de la Santa Iglesia, que por lo tanto representa el Reino de la Divina Voluntad. A sus santos pies esta pobre pequeñita depone este Reino, para que lo domine, lo haga conocer y con la autoridad de su voz paterna llame a sus hijos a que vivan en este Reino tan santo. Que el sol del Fiat Supremo lo inunde y forme el primer sol del Querer Divino en su representante en la tierra. Que formando su primera vida en aquel que es la cabeza de todos, derrame sus rayos interminables en todo el mundo, y eclipsando a todos con su luz forme un solo rebaño y un solo pastor. El segundo llamamiento lo hago a todos los sacerdotes. Postrada a los pies de cada uno les ruego, les suplico que se interesen por conocer la Divina Voluntad. El primer movimiento, el primer acto, tomadlo de Ella, es más, encerraos en el Fiat y sentiréis lo dulce y preciosa que es su vida, tomad de Ella toda vuestra actividad y sentiréis en vosotros una fuerza divina, una voz que siempre habla, que os dirá cosas admirables que nunca habeis oído; sentiréis una luz que os eclipsará todos los males y que, eclip-sando a las gentes, os dará el dominio sobre ellas.
¡Cuántos esfuerzos haceis sin fruto, porque falta la vida de la Divina Voluntad! Habeis distribuido a la gente un pan sin la levadura del Fiat, y por eso, comiéndolo, lo han sentido duro, casi indigesto, y no sentiendo su vida en ellos, no se rinden a vuestras enseñanzas. Por tanto, ¡comed vosotros este pan del Fiat Divino! Tendréis así pan sufi-ciente para darle a la gente, así formaréis con todos una sola vida y una sola voluntad.
El tercer llamamiento lo dirijo a todos, al mundo entero, pues todos sois hermanos, hermanas e hijos míos. ¿Sabeis por qué os llamo a todos? Porque quiero daros a todos la vida de la Divina Voluntad. Ella es más que el aire que todos podemos respirar, es como el sol del que todos podemos recibir el bien de la luz, es como el palpitar del corazón que en todos quiere palpitar; y yo, como niñita que soy, quiero, suspiro que todos tomeis la vida del Fiat. ¡Oh, si supiérais cuántos bienes recibiréis, daríais la vida para hacerla reinar en todos vosotros!
Esta pobre pequeñita quiere deciros otro secreto que le ha confiado Jesús, y os lo digo para que me deis vuestra voluntad y en cambio recibais la Voluntad de Dios, que os hará felices en el alma y en el cuerpo. ¿Quereis saber por qué la tierra no produce? ¿Por qué en varias partes del mundo la tierra con los terremotos a menudo se abre y sepulta en su seno ciudades y personas? ¿Por qué el viento, el agua, forman tempes-tades que devastan todo, y tantos otros males que todos sabeis?
Porque las cosas creadas poseen una Voluntad Divina que las domina y por eso son potentes y dominantes, son más nobles que nosotros. Mientras que nosotros estamos dominados por una voluntad humana, degradados, y por eso somos débiles e impo-tentes. Si por suerte nuestra dejamos a un lado nuestra voluntad humana y tomamos la vida del Querer Divino, también nosotros seremos fuertes, dominantes, seremos hermanos de todas las cosas creadas, las cuales no sólo ya no nos molesterán, sino que nos darán el dominio sobre ellas, y seremos felices en el tiempo y en la eternidad.
¿No os gusta? Por tanto, daos prisa, hacedle caso a esta pobre pequeñita que os quiere tanto; y yo estaré contenta, cuando pueda decir que todos mis hermanos y hermanas son reyes y reinas, porque todos poseen la vida de la Divina Voluntad.
¡Animo, pues, responded todos a mi llamamiento!
Mucho más suspiro que todos en coro respondais a mi llamamiento, porque no soy yo sola la que os llama, la que os ruega, sino que unido conmigo os llama con voz tierna y conmovedora mi dulce Jesús, que muchas veces también llorando os dice: “Tomad como vida vuestra mi Voluntad; venid a su Reino”.
Es más, debeis saber que el primero en pedirle al Padre Celestial que venga su Reino y que se haga su Voluntad así en la tierra como en el Cielo, fue Nuestro Señor en el Padre nuestro; y enseñándonos a nosotros su oración, nos estaba haciendo un llama-miento para que todos pidamos el Fiat Voluntas tua así en la tierra como en el Cielo. Y cada vez que decís el Padre nuestro, siendo tan grande el deseo de Jesús, que quiere daros su reino, su Fiat, que corre para decir con vosotros: “¡Padre mío, soy Yo el que Te lo pide para mis hijos, date prisa!” Así que el primero que lo pide es el mismo Jesús, y luego también vosotros lo pedía en el Padre nuestro. ¿No quereis un bien tan grande?
Ahora os digo la última cosa. Debeis saber que, viendo esta niñita el afán, el delirio, las lágrimas de Jesús por querer daros su Reino, su Fiat, son tan grandes sus ganas, sus suspiros, sus ansias por veros a todos en el Reino de la Divina Voluntad para veros a todos felízs, para hacer sonreir a Jesús, que si no lo consigue con súplicas, con lágri-mas, quiere conseguirlo poniéndose caprichosa, tanto con Jesús como con vosotros.
Por tanto, ¡hacedle todos caso a esta pobre pequeñita, ya no la hagais suspirar! Dedid todos, por amor de Dios: “Así sea, así sea; todos queremos el Reino de la Divina Voluntad”.
Corato, año 1924
Luisa, la pequeña hija de la Divina Voluntad
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